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TIEMPO DE CAIDAS

En aquel día soleado y tan preocupantemente tranquilo, Dios reunió a sus colaboradores.

Claramente, hablar de ‘día’ resulta ser impreciso, así como usar los términos ‘reunió’ y ‘colaboradores’. Pero bueno. A esas alturas ya me entendéis. A Dios siempre le ha gustado compartir, y sentía la necesidad de explicarles el funcionamiento de un nuevo aparato que había creado.

-Bueno, os he reunido aquí, en este día, para poneros al tanto de este- y con un movimiento teatral removió una sábana que ocultaba el objeto misterioso, descubriendo un cubo hecho de un material brillante (claramente metálico) y azulado. -Lo he llamado Densificador Gravitatorio Localizado, o DGL.-

-Ooooooh- se maravillaron todos.

Dios les miró fijamente, esperando que alguien dijera algo. Pero, luego de la lógica expresión de asombro, las palabras no fluían. En absoluto. De haber habido gatos en los laboratorios del Paraíso, ya tendríamos sospechosos[1].

-¿Os dais cuenta de la importancia de este artefacto para los experimentos que estamos llevando a cabo?-

La respuesta fue un murmullo poco definido de “claro”, “cómo no”, “evidentemente”… hasta que Dios decidió poner punto y final a la pantomima. -Ya sé que no tenéis ni idea de lo que es esta caja.- Era cierto. Cómo si pudieran engañarle, Él quien todo lo sabe.

-Podría ser una fábrica de palomitas.-

-¿De verdad?- intervino Gabriel, a destiempo como siempre. -Me gustaría probarlas.-

Dios suspiró profundamente. Tan profundamente que a Gabriel y a los demás del laboratorio se les puso la piel de gallina. En sentido figurativo, ya que no poseían piel.

-Este aparato se debe usar con mucho cuidado. Su precisión es suma, pero es necesario también pensar en las consecuencias de sus acciones. Por ejemplo, si apuntáramos a una estrella y disparáramos con el DGL, ¿qué podría ocurrir?-

-Un colapso gravitacional- contestó sin levantar la mano Dengrobiels. El nombre quizás no le sonará a nadie, a pesar de su importancia y del hecho que se cree el primero de la clase (posiblemente lo sea). Es que Dios le puso a cargo de unos proyectos específicos con algunas nebulosas; según Dengrobiels, sus investigaciones son las más importantes para el futuro del Universo. En el laboratorio se rumorea, sin embargo, que en realidad no le cae bien ni a Dios, y le ha confiado una investigación inútil para quitárselo de en medio.

-Por ejemplo- admitió Dios. -Con lo cual, os ruego la máxima atención a la hora de usar el DGL; tendréis que pedirme siempre permiso a mí antes de usarlo y por supuestísimo que tendréis que someter la solicitud con cierta antelación.-

Gabriel levantó la mano. Dios le dio permiso para hablar, temiendo arrepentirse en breve por ello.

-Solicito el uso del DGL, Señor.-

-Y para qué, hijo de mi alma. No me hagas sufrir, que tengo mis años y si tuviera corazón estaría ya cascadillo.-

-Tranquilo, Señor. Sólo es un experimento de lo más sencillo. Quisiera ver si los habitantes de la tierra están capacitados para entender y comprender la fuerza de gravedad.-

-¿Los seres humanos? Podría ser, al fin y al cabo los he hecho parecidos a mí…- se quedó dubitativo unos instantes. -Bueno, Gabriel, enhorabuena, te has ganado el derecho a ser el primero en utilizar el DGL. No falles.-

-¡Gracias Señor, no fallaré!-

***

Había un hombre sentado en un porche.

Allí estaba, tranquilo, soñando, meditando. De haber sido español, uno diría que estaba echando una siestecilla después de comer, a la sombra. Pero no, no hay por qué ser malpensados. En realidad el hombre tenía realmente problemas que le atormentaban, le quitaban el sueño, le provocaban pesadillas.

No entendía por qué razón podía caminar como lo hacía. No iba cojo ni nada por el estilo. Caminaba de una forma que definiríamos ‘normal’; normal para un ser humano, y en la Tierra. Los humanos no habían llegado todavía a la luna, y no se habían enterado todavía de muchas cosas.

A veces iba a dar una vuelta por los jardines de su mansión. Que en realidad no era precisamente suya, era dónde vivía, y pasaba gustosa y alegremente sus días, estudiando y escribiendo, metido de lleno en mil iniciativas distintas. Hiperactivo. Agresivo.

Se fue de paseo por los jardines, aquel día, para descargar un poco la rabia que tenía acumulada. Problemas académicos con sus ‘colegas’ profesores, un grupo de estúpidos dogmáticos que no habían entendido nada de lo que movía el mundo. Estúpidos engreídos, que a diferencia de él no saben qué es la humildad.

Le faltaba muy poco, ya lo había entendido casi todo. Sólo necesitaba unos pocos datos para conjuntarlo todo y llegar allá donde nadie había llegado nunca. Fue así como se sentó, a la sombra de un manzano. Quería seguir meditando; o echando la siesta, ya que hacía mucho calor.

De repente, estando reflexionando acerca de ecuaciones de diferentes grados, algo le golpeó la cabeza. Sorprendido, se volvió, y al ver una manzana pensó que alguien le estaba convirtiendo en un blanco. Se levantó iracundo y miró a su alrededor, pero al no ver a nadie se volvió a sentar; agarró la manzana y empezó a comérsela.

Al cabo de unos instantes, otra manzana le golpeó la cabeza. Esta vez con más fuerza. La escena se repitió, pero con los accesorios de gritos y amenazas. Otra vez se volvió a sentar. Observó la nueva manzana, y finalmente entendió que si allí estaba era por algo, y empezó a comérsela.

Cuando otra manzana impactó en su cabeza, saltó literalmente del suelo, presa de un ataque histérico. Empezó a dar puñetazo al aire, luchando contra un enemigo invisible, dando voces y amenazando. De repente se detuvo, pensativo.

Otra manzana le golpeó, aún más fuerte. Y otra. Y otra. Empezó a correr hacia la mansión, perseguido por una lluvia de manzana, y eso que no era tampoco estación de lluvias, pero al salir de la zona de los arboles vio que ya no le golpeaban.

Entonces lo entendió. Seguro que su cuerpo, debido a su aura de inteligencia e importancia, ejercitaba una atracción sobre las manzanas, pero sólo en sentido vertical. Era una atracción nueva, y muy interesante. Podía explicar muchas cosas.

-La llamaré gravedad de Newton, ya que las manzanas se encuentran claramente atraídas por mí- dijo finalmente, mitigando un poco su natural soberbia.

***

-¡Gabriel!- llamó Dios.

-Bueno, Señor, se ve que el aparato funciona. Además, no le di excesivamente fuerte a la cabeza…-

-Ni falta que hace. ¡Isaac Newton! Ese persecutor de mi Iglesia, amigo de Locke y de todos los lacayos de Lucifer, ¿no podías iluminar a otro? Tienes que elegir con más cuidado a los objetivos, a ver si la próxima vez aciertas.-

-A lo mejor, con todos los manzanazos Newton se redime y cambia de rumbo.-

-A lo mejor. Pero tienes que actuar con más cuidado.-

-En realidad me gustaría hacerle entrever el Big Bang a un monje dominico francés. Su nombre es Lagrange. ¿Puedo?-

Dios suspiró. Hay que ver, estos niños…

-Vale, pero vete con cuidado- le contestó finalmente, unos siglos después.


[1]En referencia a la expresión “se te ha comido la lengua el gato”

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