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TIEMPO DE EVOLUCIONES

Chris intentaba hacerse una idea propia, pero se estaba dando cuenta de lo difícil que resultaba ser. Su formación le empujaba hacia una dirección, pero las teorías que dominaban el estrado eran muy distintas. Él no perdía ocasiones: debates, documentales, cualquier posibilidad de recibir informaciones era bienvenida. Y estaba siempre más perdido.

Pero vamos por orden.

La evolución es un hecho. El mundo está sumido en un torbellino evolutivo del que no puede ni quiere escaparse. ¿Y la creación? Parece no encontrar su espacio. Ya se han ido configurando dos bandos contrapuestos, en plena competencia para adjudicarse su parcela de verdad.

Y Chris no sabía cómo tomar posición, ninguna de las opciones le convencía por completo. No quería renunciar a la creación, pero tampoco podía negarse a reconocer la validez de las teorías evolutivas. Bien es cierto que dichas teorías habían sido empleadas con fines ideológicos en el capitalismo, en el socialismo, en la eugenesia, en el feminismo radical… todos sectores que poca relación tenían con los datos empíricos y científicos.

El creacionismo, por su parte, también se suele identificar con los fundamentalistas protestantes de Estados Unidos, quienes suelen sacar mucho partido de la confrontación.

Pero Chris veía las cosas siempre más claras, a pesar del enturbiamiento interesado de ambos bandos. Veía cómo las dos opciones, creacionismo y evolucionismo, eran dos caras de una misma medalla. Dios crea a lo largo de un proceso histórico. Este proceso es muy dilatado en el tiempo, y empieza con una creación seguida por una evolución.

En realidad el razonamiento es muy sencillo y evidente, y Chris no se explica cómo se puede ser tan miope como para no ver que no hay exclusión entre las dos teorías. En este caso no es necesario tomar partido, es suficiente no querer enfrentarse. ¿Por qué esta conclusión es minoritaria?

***

Dios había observado todo el razonamiento de Chris. El pequeño humano iba bien encaminado. A lo mejor había algo de esperanza para su especie.

Lástima que no todos los humanos lo entendieran, pero no se puede pretender demasiado de unos seres hechos de barro. O de mono, que al fin y al cabo es lo mismo.

El parecido de esos seres con Dios era muy distinto, y se podría definir con el nombre de ‘libertad’. Algo de lo que ni el barro ni los monos disponen.

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