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TIEMPO DE INTENTOS

Hay que reconocerlo. A Dios le resultaba difícil negar algo a Gabriel.

Gabriel era un ayudante de laboratorio joven, guapo, no muy alto, su pelo color del sol, sus ojos color del cielo, es decir, una auténtica sinfonía cósmica. Bueno, quizás estoy exagerando, pero os puedo asegurar que era entrañable.

¿Era? ¡Es! Sigue siendo y será.

Además de entrañable, era, es y será testarudo también. Cuando su cabeza se pone a darle vueltas alrededor de algo, difícilmente deja la presa hasta conseguir el objetivo. Lo cual no significa que el resultado sea el esperado.

Así que, cuando empezó a perseguir a su compis, el arcángel Miguel, por los pasillos del laboratorio muchos otros ángeles se pusieron a la expectativa, esperando el desenlace; no había apuestas (el juego de azar era considerado un vicio y, en cuanto tal, prohibido) pero ya Rafael se había autoproclamado coordinador de los resultados esperados, haciendo valer su condición de arcángel. Sólo quedaba por decidir los diferentes desenlaces, algo que todavía no se podía vislumbrar porque todavía nadie sabía qué estaba pasando por la cabeza de ese rubio regordete.

Hasta que Gabriel consiguió acorralar a Miguel. Y en público además. Nadie fue capaz de captar la primera parte de la conversación, pero cuando algunos entendieron de qué iba, enseguida se formó una aglomeración de ángeles, aprovechando la ausencia de Dios.

-Se trata solo de un experimento, te digo. Lo quitamos y ya está- le estaba murmurando Gabriel. Como si bajar el tono de voz fuera suficiente en aquel lugar.

-La cadena de mando es la cadena de mando- le estaba contestando Miguel. -Ya sabes cómo se pone Dios, este experimento es su preferido…-

-Pero si se trata de uno entre más de un centenar… yo creo que no se van ni a enterar, con lo bobos que son.-

-Quizás dependa de cómo y cuando lo hagamos, si es que lo vamos a hacer.- Ya estaba dudando. Estaba cayendo presa del encanto arcangelical. Se oyeron murmullos de desaprobación, probablemente provenían de aquellos que habían optado por una negativa por parte de Miki y ya veían derrumbarse sus castillos de naipes.

-Elegimos uno a caso y lo removemos de esta galaxia con el tamiz selectivo, no debería presentar ningún problema.-

-¿Debería?-

-Claro, siempre hay algún riesgo. De no ser así no necesitaríamos experimentos, ¿verdad? No lo podemos saber todo…-

-Bueno, vale- asintió a regañadientes Miguel. Las opiniones entre la multitud eran divididas.

***

Así, Rutherford llevó a cabo sus estudios acerca de la formulación matemática de los orbitales atómicos; Mendeleev consiguió dibujar su tabla periódica de los elementos, acertando de pleno.

Conforme fueron pasando los años y los decenios las confirmaciones de las teorías de Rutherford fueron copiosas, y la tabla de Mendeleev demostró encajar a la perfección con la estructura teórica. Todos los elementos fueron descubiertos, uno a uno. Con una sola excepción: el Tecnecio, que fue producido de forma artificial por primera vez en 1937. Sus isótopos son muy inestables, y generalmente se halla como subproducto de la fisión del Uranio 235. Parece haber sido detectado en algunas estrellas gigantes rojas, pero en realidad nadie se ha tomado la molestia de ir hasta una estrella gigante roja y llevarse una muestra.

Así que bien se puede decir que el Tecnecio, por alguna razón, no se encuentra presente en la Tierra, lo cual es algo que no ha preocupado nunca a los científicos humanos pero nadie duda de que sea un acontecimiento francamente curioso.

***

-Así que… ¡el Tecnecio!- tronó Dios.

Los dos, Gabriel y Miguel, estaban temblando delante de él.

-¿Y si la suerte hubiera dicho ‘oxígeno’? Apuesto a que no lo habíais considerado. ‘Elegirlo por suerte’. Un experimento tan complicado e importante, a punto de ser hecho pedazos.-

-Lo siento- se atrevió a decir Gabriel. -Ha sido todo por mi culpa.- También tenía razón.

-Ya lo sé. Lo que no quiero es que metáis mano a los experimentos otra vez sin pedirme antes autorización. Ahora iros.-

Los dos se fueron, las orejas gachas. Y Dios se quedó suspirando.

Suerte.

Menos mal que Él la controla.

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