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TIEMPO DE LLEGADAS

Chris, el Director del observatorio espacial más a la vanguardia del hemisferio sur, esa mañana, al llegar a su despacho, se encontró con un gran revuelo. Los investigadores del turno de noche no se habían marchado todavía, y sus compañeros del turno de día, que se dedicaban a la elaboración de los datos recabados cuando no había luz, estaban igualmente excitados.

Su secretaria fue a cortarle el paso. Sorprendente. No eran tiempos de reivindicaciones salariales o sindicales, lo cual no dejaba de dejar estupefacto a Chris. De hecho, se hubiera detenido de todos modos, curioso por el revuelo que se notaba hasta desde el aparcamiento.

—¡Una nave espacial viene hacia nosotros!— le dijo Liz. Eso no se lo esperaba. El Observatorio Astral, como se le llamaba, tenía una clara finalidad. Pero sus éxitos habían sido más bien nulos. Hasta la fecha.

Chris era una persona fría. Muy fría. Casi anglosajón, sin querer ofender a nadie. Pero en sus entrañas notó cierto revuelo. A lo mejor era el desayuno de la mañana, su esposa no era una cocinera profesional. O a lo mejor era la emoción de un posible encuentro con extraterrestres. O hasta un virus intestinal. Quién sabe.

—Me alegro, pero nada de descorchar champagne. Esperemos un momento, hasta que hayan aterrizado. Si realmente no nos fríen los sesos con rayos de energía, entonces festejaremos— les dijo, levantando un poco la voz. —Seguiremos el protocolo. Reunión del comité en mi oficina.—

Era cierto. Existía un protocolo para esa eventualidad. Y había que respetarlo. Danny, el subsecretario, se puso manos a la obra. Buscó la lista con los nombres de los científicos y no científicos que tenían que participar a la reunión. No la encontró. Tardó cosa de una hora en encontrar el protocolo, pero la lista, que debería estar allí como anexo, había desaparecido.

Avisó a Liz, que avisó a Chris. Chris dijo que le preguntaran a Marcel, un belga que había pasado los ochenta y que llevaba en el Observatorio desde que se construyó. Liz avisó a Danny, que se puso manos a la obra con eso también. Le costó un tiempo encontrarle, al final se topó con él que salía de los lavabos. Se disculpó, evidentemente para el desayuno había comido algo que le había sentado mal.

Marcel se puso pensativo cuando Danny le preguntó por el protocolo. Parecía haber hibernado. O haberse colgado, como los ordenadores que trabajaban con sistemas operativos Windows.  Finalmente se acordó de que el ante—ante—anterior Director le había dicho algo al respecto una vez. No estaba del todo seguro porque el ante—ante—anterior Director tenía tendencia a emborracharse. Decía que era el mejor sistema para avistar los OVNIs.

Al final encontraron la lista. En el despacho del director. En el escritorio del Director. En un sobre en el primer cajón del escritorio del director. Con una escrita que decía:

PROTOCOLO DE ACTUACIÓN EN CASO DE ACERCAMIENTO DE NAVE EXTRATERRESTRE

ANEXO: COMPONENTES DEL COMITÉ.

—¿Tan complicado era?— preguntó cándidamente Chris a los que estaban presentes. —Vamos a ver quién hay en la lista.—

Se sentaron los tres, Chris, Liz y Danny. El belga se disculpó y dijo que necesitaba ir un momento al baño. Empezaron a mirar la lista. Eran unas veinte personas. De ellas, la mitad se habían retirado o habían fallecido. Se podía buscar a los primeros, pero para los segundos como no fueran a organizar una sesión con una médium era complicado. De los otros tenían a dos de baja por maternidad (una chica y un chico, nadie se iba a poder quejar por la paridad). La mayoría de los otros estaban de vacaciones.

Al final quedaron sólo ellos tres, Marcel, que pero se fue a casa diciendo que no se encontraba bien de tripas, Mary Lou y Andrew McCarthy, un irlandés que estaba al mando del equipo de cálculos.

Danny finalmente demostró su eficiencia, y en pocos minutos el comité estaba operativo. Eran las nueve de la noche, y sólo les faltaba pedir unas pizzas.

—¿Donde se encuentra la nave extraterrestre?— empezó preguntando el Director.

—A casi 900 años luz de la tierra— le contestó Mary Lou, que era una de las analistas más brillantes. Además de ser una de las científicas más guapas. El Director se perdía siempre en detalles.

El Director se quedó boquiabierto, y no precisamente a causa del escote de la científica. Los presentes no entendían la razón de tanta sorpresa ni por qué Chris no estaba demostrando un mínimo de excitación. —Vamos a ver— dijo finalmente. —Es decir que podemos esperar su llegada dentro de 900 años…—

—Eso sería si viajara a la velocidad de la luz. Pero en realidad está viajando más rápido.— El asistente de cálculos no ocultaba su excitación. —Mi equipo ha calculado que se está moviendo a una velocidad que es 20 veces la velocidad de la luz. Es decir que podemos esperar su llegada dentro de 45 años…—

45 años. Casi nada. Para él, que tenía 25. El director había pasado los sesenta, con lo cual la cosa no le hacía especialmente feliz. Además, muchas dudas le rondaban por la cabeza. Las expuso de forma esquemática.

—En primer lugar, no sabemos si los cálculos de la velocidad real de veinte veces la velocidad de la luz son correctos, ¿cómo habéis podido efectuarlos en tan poco tiempo?—

—Muy sencillo. Una vez individuada la posición fuimos a buscar en el archivo las señales grabadas y las comparamos con la presente. Los datos están confirmados.—

—Pero con un margen de error de más del 50%. Yo no quiero echar agua al fuego, me encanta veros tan excitados, y yo también lo estoy— algunos de los que estaban presentes se pusieron a reír en voz baja —pero tenemos que ser realistas. ¿Qué os hace pensar que se estén dirigiendo aquí?—

—El recorrido es lineal, y está apuntando clarísimamente hacia aquí— afirmó tajantemente Mary Lou. —Estoy convencida que dentro de nada tendremos que prepararnos para un encuentro con una nave extraterrestre.—

Puede. Pero el Director tenía un presentimiento. Algo no le convencía. Los datos corroboraban. Pero… llamémoslo instinto.

—¿Y cómo sabéis que se trata de una nave espacial?— preguntó Liz, que era secretaria del Director, no científica. Todos la miraron y dijeron como un sol hombre: —¿qué otra cosa podría ser si no?—

De repente entró en el despacho uno de los ‘avistadores’, como ya se hacían llamar los científicos del equipo de regulación telescópica. —¡Ha desaparecido!— dijo casi gritando.

—¿Qué pasa? Aquí nadie puede entrar cuando el comité para los contactos con naves extraterrestres está reunido.—

—La nave ha desaparecido, digo.— Y después de una breve pausa añadió con respeto: —Señores.— había que mantener las formas.

—¿Estás seguro? ¿Los reglajes no han cambiado?— le preguntó Andrew.

—No, claro que no. Todo está exactamente como ayer. Pero la nave ya no está.—

—Bueno, vale. Puede retirarse. Gracias— le dijo Director Chris, un poco molesto. Cuando se quedaron solos los cinco todos se miraron, unos a otros. Nadie tenía una respuesta definitiva.

—Se habrán desviado— dijo una para chinchar a la otra que decía que se dirigían derechos hacia la Tierra.

—Habrán sido destruidos por otra nave espacial— dijo la otra que prefería pensar en unos extraterrestres hechos pedazos que pensar en que se había equivocado en el rumbo.

—A lo mejor tenían que echar combustible— dijo Andrew, que sabía de lo que hablaba: el último mes habían tenido que rescatarle ya tres veces por haber acabado la gasolina de su coche.

—Me gustaría escuchar la interpretación del Director— dijo Danny, lameculos como siempre.

El Director se puso pensativo durante unos minutos. Era ya casi medianoche y no habían cenado aún.

—Siendo que la nave extraterrestre no se está aproximando, por razones desconocidas, declaro disuelto este comité. Podemos ir a cenar. Quiero decir, a casa.—

Todos estuvieron de acuerdo. Total, ¿qué más da lo que pasó? Ya llegará otra nave espacial.

***

—¡Gabriel! Ya te lo he dicho mil veces. Deja las probetas bien tapadas, para que no entre polvo.—

—Perdón, Señor. Las limpio y las sello enseguida.—

—Ya lo he hecho yo. Estos seres son muy pequeños, ¡a ver que le habrá parecido una mota de polvo!—

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