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TIEMPO DE VITAMINAS

Cuando despertó, Eva estaba a su lado. Le miraba sugerente.

Adán se sintió incómodo. -¿Qué quieres?- preguntó.

-¿Me quieres?- fue la contestación. Eso de contestar a una pregunta con otra pregunta ya era sospechoso. Bueno, en fin, no es que hubiera muchas alternativas para dar conversaciones, los robles tardaban mucho en contestar.

-Ya sabes que sí.- le dijo. Y era cierto, lo sabía.

-Y ¿me quieres sólo a mí?-

Desde luego, las mujeres, a veces…

-Claro que te quiero sólo a ti, si somos los únicos seres humanos del Edén. ¿Qué alternativa tengo? ¿No tendrás celos del roble? Porque con él no hago nada más que hablar.-

-Que no, tonto.- En realidad le quería con locura, y lo de llamarle siempre así era para demostrarle su cariño. -Te he traído un fruto.-

-Me apetecía una hamburguesa, pero vale. ¿Donde lo has encontrado?-

-Bueno, en un árbol que he encontrado por allí. Tenía muchos, seguro que nadie se va a dar cuenta- le contestó girando su rostro hacia otro lado. Adán mordió el fruto.

-Está bueno- reconoció; estaba comiendo del fruto y de repente le entró una duda. -¿No será del árbol aquel de donde no deberíamos comer?- preguntó, comiendo con más velocidad, y temeroso de la respuesta.

-No te preocupes, ya te dije, nadie se va a enterar.- Adán seguía comiendo con más vigor y asaltado por más dudas. -Lo que tú digas.-

Pero alguien se dio cuenta.

***

Dios se dio cuenta de que algo no marchaba como es debido. Su experimento estaba asumiendo una inflexión inesperada.

En su esquema progresivo de asimilación de informaciones por parte de los minúsculos seres presentes en aquel medio, o ecosistema, o como se quiera definir, por lo visto había entrado un elemento de desviación que podía falsear todos los resultados de la prueba.

-¡Lucifer!- llamó sin temores. Ya sabía qué había ocurrido.

-¿Qué quieres señor?- le contestó con tono de aburrimiento; la ‘s’ minúscula demostraba lo poco que apreciaba al Creador, y sin embargo estaba obligado a dar cuenta a él.

-Has manipulado mi experimento, ¿verdad?- le preguntó aún y conociendo la respuesta.

-Yo no he sido.- Dios conocía ambas respuestas: la correcta, que tiene relación con los hechos ocurridos, y la falsa, que Lucifer acababa de dar.

-¡Como si no te conociera! Eres un mentiroso compulsivo.- Hizo que se le acercara. -Enséñame la lengua- le ordenó.

-No quiero- fue la respuesta demoníaca.

-Venga, saca la lengua, ya sabes que acabarás haciéndolo de todos modos.- Lucifer se rindió y enseñó la lengua a Dios.

-¡Ahá! Lo sabía. Tienes la lengua bífida. Eres previsible, aquí en el Paraíso todos sabemos que tu disfraz preferido es el de serpiente.-

-No es cierto.-

-Y eres siempre más mentiroso.-

Lucifer suspiró, por las narices le salía humo. -Me voy- dijo. -Montaré un laboratorio por mi cuenta.-

-Haz lo que quieras, tu decisión había sido tomada en el momento mismo de tu nacimiento, así que nada me puede sorprender.- Lucifer se dio la vuelta y se marchó. Dios sabía que no se conformaría con montar su propio laboratorio, sino que seguiría intentando fastidiar los experimentos de los demás. Pero ahora tenía cosas que arreglar.

De momento tomaría medidas de contención, luego con el tiempo vería si era necesaria alguna actuación más drástica.

Tiempo había mucho. Podía esperar.

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