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TIEMPO MUY CALIENTE

Dos amigos iban caminando. Caminando, y hablando. No estaban de acuerdo, pero seguían hablando. Y caminando juntos.

—Te digo que eso del calentamiento global es una realidad— dijo el primero. —Y la culpa es sólo nuestra.—

—Habla por ti,— le contestó el otro, —yo no he hecho nada malo.—

—¿No? ¿Y ese vicio que tienes de ir en coche a todas partes?—

—No es vicio, sino comodidad. De no usar el coche sólo podría hacer una pequeña parte de las cosas que hago. Lo necesito.— Era la eterna pelea. —¿Y tú? ¿Cómo crees que se produce la energía eléctrica que derrochas con tu iPod y tus aparatos electrónicos.—

—Eso no es nada— le contestaba. —Una gota en el mar.—

Y así seguían, caminando y discutiendo.

En el fondo estaban de acuerdo. La solución era no gastar más energías que la necesaria. Incluso, todo el mundo estaría de acuerdo con ese principio. Pero, cuando se trata de decidir qué gasto energético cortar… allí empezaban las discrepancias.

Que la energía nuclear es más limpia. Pero no se sabe dónde poner los materiales radioactivos ni cómo tratarlos.

Entonces los parques eólicos. Pero los costes energéticos para la producción de los molinos son muy elevados.

O los parques fotovoltaicos. Y también en este caso los costes energéticos para la producción de las celdas fotovoltaicas no compensaban.

Y al mismo tiempo, hay que reconocer que la humanidad está hambrienta de energía eléctrica. Buena parte de la población terrestre depende totalmente de ella. Hay necesidad de producción. Y el método más usado es la combustión de recursos fósiles, carbón o petróleo. Una vía sin salida, ya que esos recursos no se regeneran.

Cuanto más petróleo se quema, más problemas relacionados con el calentamiento global se generan. Y la deforestación no ayuda ciertamente a remplazar los recursos utilizados. La naturaleza es sabia, pero el ser humano puede forzarla hasta límites insospechables.

Un argumento que se esgrime para contestar la teoría del calentamiento global es que la tierra está sujeta a ciclos, que influyen incluso en su temperatura media. De hecho, no se le puede echar a la revolución industrial la culpa del deshielo. En ese caso, el hombre sería impotente frente a los acontecimientos planetarios. A muchos hombres esta posibilidad no le gustaba.

Al hombre le gusta siempre controlarlo todo. Tener influencia sobre los acontecimientos. Mandar. A pesar de ser un inepto totalmente ineficaz. Y de meterse donde no lo mandan.

Caminando, siguieron hablando. Caminar y hablar. No hacían nada más. Y cuanto más caminaban, cuanto más hablaban, más se alejaban de la verdad, de la realidad de las cosas.

Las explicaciones son, a veces, mucho más sencillas.

***

—¡Gabriel!— tronó Dios desesperado. —¿Quién ha apagado el aire acondicionado del laboratorio? Así se me calientan demasiado las galaxias, y luego quien sabe qué puede ocurrir.—

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