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Llamada de socorro

-Nave, ¿qué ocurre?-

Nave sabía que al capitán no le gustaba que le avisaran tan abruptamente, en especial cuando estaba echando su siesta; o comiendo; o jugando al golf contra nave misma, a pesar de que siempre ganara él (podrían haberle puesto una mejor rutina de deportes); o cuando estaba leyendo; u otras ocupaciones que le involucraban de una forma extrema, física y emotivamente.

-Siento molestarle, Capitán, pero hemos recibido una llamada de socorro desde un planeta cercano.-

-¿Cercano? En este cuadrante no hay planetas interesantes, por aquí no viene nunca nadie- le contestó el Capitán. Era cierto. Es más, era la exacta razón por la que se encontraban en este cuadrante: cobrar un sueldo galáctico y transcurrir en santa paz los dos años de servicio, luego cada uno por su camino, el Capitán a vivir de renta y Nave a buscarse otro capitán.

Para Nave el trabajo era indiferente. Ya sabía porque existía. Las Naves Vivas necesitaban un descanso mínimo, y no ocasionaban problemas sindicales. Sin embargo, a veces su relación con los seres humanos era complicada: diferentes aspiraciones, diferentes puntos de vista…

-Proviene del planeta Edibel IV.-

-¿Qué hace un planeta orbitando alrededor de una estrella moribunda? Sería cómo irse de vacaciones en un agujero negro.-

-Edibel IV ha estado orbitando alrededor de Edibel toda su vida- contestó Nave aparentemente sin molestarse y sin entender el sarcasmo.

-¿Y quién ha sido el lince, esta vez?-

La pregunta en esta ocasión no era retórica, y exigía una contestación seria. Pero Nave se estaba riendo en silencio. -Los-

-¿Los?-

-Los Linces. Pareja de Terrícolas en luna de miel.-

El Capitán resopló. -Con un poco de suerte habrán acabado las baterías de su nave espacial, jodidos ricachones.- Se encontraban a un par de cuadrantes de distancia de los planetas más habituales para una luna de miel. Evidentemente si alguien había pensado en un sistema tan original para tirar el dinero debía de estar en condiciones de no necesitarlo.

-Ya he fijado rumbo al planeta- dijo Nave. -En unos minutos llegaremos.-

-¡Cuanta prisa!- exclamó el Capitán, pero vio como las pantallas de Nave se teñían de un tono rosado. -Ya veo. Conoces a su nave, ¿verdad?-

-En realidad fuimos al mismo hangar cuando éramos pequeños, pero no es por esto que me estoy dando prisa. Es por el tono de urgencia del mensaje.-

Lo reprodujo utilizando los altavoces de la sala de mando del capitán.

-Sólo dice que necesita rescate.-

-Eso porque Usted no percibe el tono de desesperación en las altas frecuencias. Si lo pudiera escuchar se daría cuenta del agobio que está viviendo y desviviendo a mi amigo Nave.-

Ya estaban llegando, Edibel IV a la vista. -¿Has fijado las coordenadas?- Hay que considerar lo complicado que es encontrar una nave espacial en un planeta. -¿Cómo era eso? Un agujero en un pajar.-

-Una aguja- le corrigió Nave.

-Eso.-

-Sé dónde aterrizar. Los nativos no son muy amigables, me temo que Nave haya resultado herido.-

-Ya.- Hasta en estos momentos de tensión extrema Capitán consiguió pensar en algo que no tenía nada que ver con sus tareas. -Si todos y todas os llamáis Nave, ¿cómo podéis distinguir entre una Nave y otra Nave?-

-Nave es el nombre que Ustedes pueden oír- le contestó Nave sin dejar de aplicar todas las subrutinas, detalle éste que los capitanes no se podían permitir. -Los matices se pueden percibir únicamente concentrándose en determinados rangos de frecuencia, algo que el oído humano no puede hacer. ¿Y vosotros?-

-¿Nosotros qué?-

-¿Como distinguís un capitán de otro? Todos os llamáis Capitán-

-Pero somos personas, y cada persona tiene un nombre.-

-¿Estas extensiones que Usted nunca recuerda y que me hace buscar constantemente en las bases de datos de medio universo?-

-Exactamente.- El capitán se quedó un poco pensativo. Ciertamente, podría esforzarse más en recordar, pero vamos, al fin y al cabo para eso están las máquinas.

-Me parece que Usted no se preocupa por los demás capitanes. Yo me preocupo por las demás Naves.-

-Ya, ya, eres muy buena nave, todos lo sabemos- murmulló Capitán; como siempre Nave tenía razón. Y Capitán nunca lo admitiría públicamente.

-Hemos llegado- dijo Nave disminuyendo drásticamente la velocidad.

Aterrizaron en un claro, justamente al lado de otra Nave que parecía haber sido atrapada en una red de fuerza. Caminando furiosamente en el césped, dentro del perímetro de la red de fuerza, había una pareja que no cesaba de proferir gritos e insultos el uno al otro.

-Es una red de fuerza- avisó Nave.

-Me había dado cuenta de ello. Y ¿estos dos que gritan como monos?-

-El capitán de la nave y su esposa. Recién casados.- El tema del matrimonio superaba las posibilidades de entendimiento de Nave, entre las naves vivas este tema se vivía de un modo distinto. -No entiendo: ¿dónde han ido los locales?

-No se ve a nadie; este planeta es considerado uno de los más peligrosos de esta galaxia, así como no puedo entender por qué razón aterrizar en Edibel IV, tampoco entiendo por qué no les han despedazado.-

Un temblor parecido a un terremoto le hizo sobresaltar. Capitán se dejó caer en el suelo de Nave, sus piernas no habían podido aguantar por el susto, pero en seguida se repuso y se volvió a incorporar.

No se trataba de un terremoto.

Nave estaba riendo.

-¿Qué pasa?-

-Capitán, los locales han huido, por lo que me ha contado Nave.- Se refería a la otra nave.

-¿Asustados por nuestra nave?-

-No, y no creo que una nave espacial les pueda asustar. Habían huido mucho antes. Verá- y otro temblor sacudió a Capitán -nada más aterrizar fueron capturados por las redes de fuerza de los nativos, que crearon un campo inexpugnable a su alrededor. Así que esa pareja, que está de luna de miel, bajó de la nave y empezó a chillar.-

-Hacia los nativos.-

-El uno al otro. Empezaron a discutir con vehemencia, y cuando los nativos intentaron acercarse no les hicieron el más mínimo caso. Nave me ha dicho que todo el viaje había sido una discusión ininterrumpida. Una auténtica pesadilla. Nave dice que preferiría llevarse un nativo que seguir con estos dos.-

-¿Crees prudente que hable yo con ellos?-

Nave se quedó pensativa durante unos instantes. -Es muy peligroso- le contestó al fin. -Ya he anulado el campo de fuerza, Nave me ha dicho que intentará llegar lo más cerca posible del puerto de Adauri, que se encuentra a pocos años luz de aquí, y allí buscará un nuevo Capitán.-

Para refrendar sus palabras, la otra Nave estaba ya despegando; la pareja humana parecía no haberse enterado de ello.

-¿Y estos dos?-

-Me niego a dejarles espacio en mis entrañas- le contestó Nave sin permitir réplica.

-Hmmm… Los nativos de Edibel IV siempre nos dieron problemas.- El matrimonio, sin dejar de discutir, empezó a encaminarse hacia una ladera. -¿Qué hay en aquella dirección?- Capitán preguntó a Nave.

-El poblado de los nativos más cercano; supongo que los cazadores que les atraparon venían de allí.-

Capitán resopló. -A lo mejor esta vez los edibelianos se rendirán a la Federación.-

-Las probabilidades son muy elevadas, a estos no hay quien les pare o les mate.-

-Marchémonos entonces, antes de que nos pidan rescatarles.-

-¿Los humanos?-

-¡Los edibelianos!-

Se fueron rápidamente de la atmósfera de Edibel IV y se dirigieron hacia el espacio abierto para enviar un mensaje a la estación de mando humana en el cuadrante. Capitán tenía que alertar de la inminente rendición de Edibel IV, si bien su conciencia le estaba alertando. Debería existir una convención para tutelar a las víctimas de este tipo de arma de dominación.

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