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Objetos con forma de mariposa

-¡Gracias, Mamy!- El sentimiento de júbilo que estaba llenando el ánimo de Carlitos era auténtico. -No olvidaré nunca este viaje.-

-Vale, vale, pero ahora déjame trabajar- le contestó fríamente justo antes de contestar una vez más una llamada del intercomunicador. No se quedó gozando con su hijo de aquel momento mágico; diría que no podía hacerlo, pero eso no era cierto; nunca lo fue, no lo es ni lo será. Mamy se fue alejando porque quiso.

Carlitos no se lo tomó a mal. Las mariposas le encantaban.

Para Mamy había sido un regalo más, puede incluso que un regalo de más, ya que Carlitos tenía mariposas de todos tipos. Pero para Carlitos cada mariposa era única. Las quería con locura y ansiaba el día en que bajaría del cielo la Gran Mariposa y le llevaría a vivir en el mundo mágico de las mariposas.

Lo cual no dejaba de ser algo muy extraño para un chico de un planeta marginal de una anónima galaxia, que no había desarrollado ningún sistema de vela. Ni la vela temporal, con su campo estático ideal para recorrer grandes distancias, ni la vela estelar, que aprovechaba las débiles emisiones fotónicas de las estrellas para moverse entre ellas, ni la vela alimenticia, que permitía convertir en alimento los átomos recogidos en el vacío estelar a lo largo de interminables y aburridos viajes.

Y era más extraño aún para un chico que ya se acercaba a la edad de la madurez.

Es cierto, su especie no aceptaba los mismos parámetros que se consideraban normales entre el pueblo de las Naves, o entre los pueblos más desarrollados de las galaxias. Para su especie, la madurez llegaba cuando los críos y las crías eran capaces de valerse por sí mismos, es decir, de ganar el dinero para su proprio sustento. En muchas de las otras culturas, ese momento hubiera correspondido al principio del declive. Cuestión de puntos de vista.

Mamy estaba comprometida por completo con su trabajo; era una persona madura, según los cánones de normalidad que acabamos de mencionar. Y sin embargo un observador externo (muy externo, me refiero, si consigo explicarme adecuadamente) la consideraría claramente inmadura: sólo se preocupaba de su trabajo, y Carlitos, su hijo, era simplemente una pieza más que encajar en el plan de trabajo del día. A pesar de lo que le dijera y le manifestara, no le quería; y él lo sabía.

Por ello Carlitos siempre estaba fantaseando de mariposas.

Era el hazmerreír de toda su clase, y de todos sus conocidos. No le tomaban muy en serio, más a él no le importaba, tenía cosas más importantes en las que pensar.

Sabía lo que iba a ocurrir. Iba a dejar su planeta cabalgando una mariposa. Cuando lo decía, nadie le creía.

Estaban llegando a casa, en el barrio residencial en el que Carlitos había vivido toda su vida, dónde todo el mundo le conocía, y justo al entrar en la urbanización algo empezó a funcionar mal. -¡Maldita sea!- fue la reacción de Mamy cuando se dio cuenta que el coche no respondía a sus controles y se estaba parando.

Se acercó como pudo a la acera. Había un parque, no muy grande pero bonito y despejado, meta de muchos de los vecinos del barrio; a esa hora iba abarrotado de gente, especialmente niños que acababan de volver de su colegio y estaban descansando antes de ponerse con sus deberes. Muchos de ellos eran compañeros de Carlitos, y sus madres estaban cuchicheando cómodamente sentadas en los bancos. Pero nadie se preocupó por la avería del vehículo de Mamy.

-Creo que nos hemos parado porque la Mariposa quiso- aventuró Carlitos. En cualquiera de sus explicaciones acababa asomándose una mariposa, de una u otra forma. Pero Mamy no estaba de humor para reírse de este inconveniente, y empezó a enfadarse con el volante del vehículo, pegándole e intentando arrancarlo, como si eso tuviera alguna utilidad.

-Mamy, no te enfades, no puedes luchar contra una mariposa. Tienes que obedecerle, y entonces te hará feliz.-

Mamy le miró con una rabia represa. -¡Déjate ya de tonterías y mariposas!- le dijo, y su voz sonó como una explosión sónica. -¿Cómo vamos a llegar a casa? ¿No ves que el coche no funciona?-

-Pero si casi hemos llegado, puedes ir andando, vivimos dos calles más arriba- le contestó con mucho sentido común. -De todos modos, no creo sea necesario; en cuanto la mariposa se haya ido estoy seguro que podrás volver a arrancar el coche y llegar a casa sin problemas.-

-¿Y tú cómo lo sabes?-

-Es lógico, Mamy. Es lo que yo haría si fuera una mariposa.-

Mamy se quedó enmudecida de repente. Un silencio espectral parecía envolver el parque de juegos, y contagiar a todos los presentes, con la única excepción de Carlitos, quién finalmente se dio la vuelta y la vio.

-Te lo dije, Mamy.- Y bajó del coche.

Todos los presentes estaban petrificados y no se atrevían a acercarse al… ¿objeto? ¿animal? ¿qué más?

Pero no Carlitos. Porque Carlitos no le tenía miedo a las mariposas, a pesar de que midieran casi cien metros de largo, y que su aleteo fuera capaz de causar tornados. Ninguna mariposa le podía hacer daño.

-He venido a buscarte, Carlitos.- La voz de la mariposa era suave, dulce y firme a la vez. -A partir de ahora, y sólo si tú quieres, podrás viajar conmigo y visitar galaxias lejanas. Soy una nave espacial, una nave viva, y te pido que me creas cuando te digo que eres el capitán ideal para una nave como yo.-

Una nave espacial… ¡con forma de mariposa! De verdad, eso iba más allá de las fantasías atrevidas de Carlitos. Y de la capacidad de asimilar novedades de sus congéneres, que seguían observando boquiabiertos a esa enorme mariposa que decía ser una nave espacial, y además una nave viva, y que sólo se dirigía a ese friki tonto del que ellos no habían hecho más que burlarse. Y a Mamy también se le habían acabado los nervios y el enfado con el coche, que no tenía la culpa.

-Carlitos, tienes que tomar una decisión- le dijo con solemnidad la nave con forma de mariposa; -tienes que decidir si aceptas ser mi capitán o no. Las naves vivas no podemos vivir mucho tiempo sin un capitán, moriríamos.-

Carlitos miró a Mamy. Le dijo algo en voz alta, mientras se disponía a entrar de alguna manera en el interior de la nave con forma de mariposa. -Te quiero, Mamy- le dijo. -Volveré en cuanto pueda. Piensa en mí cuando veas un objeto con forma de mariposa-.

Y, mientras la nave mariposa se alejaba, Carlitos pudo ver con claridad que Mamy levantaba una mano temblorosa. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero su orgullo de madre era imposible de ocultar.

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