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El suicida que no quería molestar a nadie

Decidió suicidarse porque no quería molestar a nadie.

Una vez llegado al borde del tejado, se lanzó al vacío. La corriente de antigravedad le impulsó con violencia progresivamente creciente al espacio abierto, en una órbita superior de la atmósfera terrestre, dónde murió debido a la ausencia de oxígeno. No quería que su sangre quedara derramada en la acera, y lo consiguió.

Aunque podríamos afirmar que el resultado final no cambió. Estaba inequivocablemente muerto. No desparramado pero sí muerto. Un muñeco inerme en el espacio.

Hasta que un satélite impactó precisamente contra sus costillas. Él no se dio cuenta de nada, estaba muerto. Y los satélites están hechos para aguantar colisiones de todo tipo, por cuanto a los ingenieros no se les haya ocurrido nunca cuantificar las consecuencias de los impactos del artefacto con un fiambre flotando en el aire.

A consecuencia del impacto el cuerpo se quedó enganchado. No todo el cuerpo, eso habría colapsado la órbita del satélite. Sólo se quedó enganchado un pequeño objeto, un pañuelo de bolsillo que el suicida solía lucir con orgullo. Unos pocos gramos que modificaron la órbita del satélite no más de un par de metros.

Suficientes para que la señal que estaba devolviendo llegara un poco distorsionada. Poco. Muy poco. Por debajo de los márgenes de tolerancia admitidos por los fabricantes de receptores, entre ellos los aparatos que se suelen montar en aviones de líneas comerciales.

Uno de ellos recibió una indicación posicional equivocada en su aproximación al aeropuerto de Cairns, Queensland, Australia, lo que resultó en un choque frontal con otro avión que estaba  despegando en ese preciso instante. Se trataba de un avión de carga que cayó al océano vertiendo allí buena parte de la mercancía que transportaba, entre la que se encontraba una caja anónima y no bien protegida para que pasara desapercibida a los ojos de los funcionarios de aduanas. Ciento veinte personas murieron en el acto.

La caja contenía una muestra de un nuevo tipo de bacteria que había sido descubierta en la selva australiana; una bacteria letal y virulenta, como muchas de las especies animales que pueblan el ecosistema de la isla. Esta bacteria encontró en el agua salada del océano un ambiente excelente para sobrevivir y desarrollarse, y empezó a colonizar diferentes especies de peces comestibles.

Afortunadamente no le dio tiempo a llegar más arriba en la cadena alimentaria porque provocó la casi instantánea moría de sus desafortunados huéspedes, pero la economía de la zona se vio muy afectada, con todo lo que eso comporta. Migraciones, colapso económico, marginación social...

En resumidas cuentas, el suicida que no quería molestar a nadie se convirtió en un asesino de multitudes. No es ninguna paradoja sino la lógica consecuencia de los comportamientos egocéntricos.

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