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TIEMPO DE MEDICINAS

-¿Me has llamado, Señor?- Gabriel estaba temblando por el miedo. Todavía no sabía de qué se había enterado Dios, pero no podía ser bueno; nunca lo era. -Lo único que te puedo decir es que no ha sido mi culpa.-

Dios le miró intensamente por un instante; un instante era suficiente para que su conciencia se removiera y sacara a la luz todos sus fallos. Luego empezó: -de eso hablaremos en otro momento. Ahora te he llamado por algo que está relacionado con mi experimento preferido, la Tierra.-

-¿Tierra? Hace mucho que no me ocupo de ella; que no me dejas que me ocupe de ella, quiero decir. ¿Qué ha pasado? ¿Lucifer ha vuelto a estropear algo?-

-Eso siempre.- La mirada de Dios se hizo triste como un pantano podrido un día de lluvia de otoño. Siempre le costó aceptar los reveses de la libertad de sus criaturas. -Pero él vivirá eternamente; vivirá mal, ciertamente, pero para siempre. Los hombres, en cambio, viven muy poco.-

Gabriel no había pensado nunca en ello como si representara un problema. Que Lucifer viviera mal para siempre no representaba un problema: tuvo su oportunidad y la desperdició. Que se fastidie. Pero para los humanos, vivir más de cuarenta años no parecía poca cosa. Las moscas no llegaban al año de vida.

-Es cierto- le contestó Dios siguiendo el hilo de los pensamientos de su arcángel. -Pero aún así, si pudieran vivir más tiempo podrían hacer mucho más bien.-

-O muchas más maldades, Señor. No seas siempre tan optimista, ¿nunca te cansas de confiar en ellos?- le preguntó ruborizado. Quizás eso de hablar en toda sinceridad con Dios no era buena política, pero en fin, de todos modos sabía perfectamente lo que pasaba por su cabeza y por su corazón.

-¡Y muchas más posibilidades para convertirse! Necesitamos ayudarles un poco para que consigan alargar un poco su esperanza de vida. Por eso necesito que vayas allí y hables con una muchacha…-

-¡Señor, no! ¡Otra vez no! ¿No te acuerdas lo que pasó? ¿No tienes suficiente con un hijo?- La emoción le estaba ahogando.

-¡Nada de hijos! Con uno ha sido suficiente. Quiero que uses el transmutador influyente para que una muchacha llamada Marie…-

-¿Otra María, Señor?- le interrumpió temblando.

-Marie. Marie Curie. Es francés. Bueno, polaca, pero vive en Francia. Es muy importante que descubra la radioactividad.-

-No quiero, Señor. Me da miedo tener que lidiar otra vez con una María.-

-No seas tonto.-

-Por favor por favor por favor.-

Dios fue movido a compasión; era su punto débil. Pero algo se debía hacer.

-Podrías ir a ver a Alexander Fleming. Hasta podrías usar el transmutador influyente desde lejos, sin necesidad de verle. ¿Te parece más aceptable este planteamiento? De él necesito que descubra en sus estudios sobre hongos a una sustancia llamada penicilina.-

-¿Fleming? Pero, Señor, si éste es masón.-

-Bueno, si todo tienen que ser pegas... Además, de entre los masones no es uno de los más anticristianos.- En realidad a Dios le gustaba mucho sacar el bien del mal. -Pero tendrás que actuar con cuidado, no queremos tampoco que los seres humanos se hagan inmortales.-

-¿Podrían serlo?-

-Desde luego que no, podrían vivir mucho más y soñar con ser eternos, mas en realidad quien vive en el tiempo tiene un principio y un final.- Fue a buscar el transmutador influyente y se lo confió. -No me falles y acuérdate de todo lo que te digo.- Y empezó a proporcionarle los detalles de su misión.

***

Gabriel estaba poniendo el transmutador influyente en el lugar que le corresponde en el despacho de Dios cuando de repente se percató de una presencia a sus espaldas.

-¿Todo bien, Gabriel?- le preguntó Dios.

Se le veía triste. -Hice lo que me pediste, Señor. Los humanos vivirán más.-

-Y ¿por qué estás triste, entonces?-

Gabriel se encogió de hombros. -Es que este Fleming está obsesionado con que todo el mundo se cure de las enfermedades. Hasta decidió no patentar “su” descubrimiento para que la penicilina y, por consecuente, los antibióticos fueran disponibles para todo el mundo que lo necesitara.-

-Y eso es malo porque…-

-¡Porque los hombres no pueden vivir tanto tiempo! Estoy viendo las consecuencias, Señor. Empezarán a reproducirse más tarde, y su egoísmo les llevará a tener menos hijos. Por el contrario, vivirán más, pero no querrán trabajar hasta su muerte, así que se harán mayores e inútiles. Y el mismo egoísmo que les cierra las fuentes de la vida impedirá también que el justo amor por los progenitores llegue a ellos, y los mayores serán abandonados. Y…- movió su cabeza, desconsolado -y bueno, eso de disponer de más tiempo para arrepentirse me parece que no está funcionando.-

-¡Claro que sí!- exclamó Dios con vigor. -Sólo, lo estás viendo con poco sentido de la perspectiva. Mira conmigo.-

Enfocó la probeta y emitió las imágenes en una pantalla. Las imágenes hubieran sido caóticas e incomprensibles para un ser humano, sumido en el tiempo, pero para ellos tenían sentido. La historia, el tiempo, seguían un movimiento harmónico, sinusoidal, a veces arriba, a veces abajo, pero siempre hacia adelante. Para ellos, en cambio, el tiempo era una dimensión externa, no intrínseca, y podían así ver la sucesión de eventos con ojos totalmente distintos.

Vieron como los humanos se habían adaptado en el pasado a muchas novedades, si bien a veces de una manera nada fácil ni lineal. Y eso del aumento de la expectativa de vida no era una excepción. Hasta se llegó a proponer la posibilidad (teórica) de cambiar de cuerpo, como si fuéramos simplemente un disco duro de un ordenador que se podría ‘volcar’ en otro soporte físico.

Pero al final los humanos, o la mayoría de ellos, dejaron de pensar en términos egoístas y se dieron cuenta que de nada sirve chantajear a la naturaleza.

Por lo visto Dios, una vez más, tenía razón.

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