Estaban subiendo la ladera del monte. El hijo no entendía porque su padre estaba tan triste aquel día; pero bien, a lo mejor había sido una mala noche. Y de todos modos la idea de subir al monte había sido de él, así que no tenía razones para ponerse gruñón. Se lo dijo.
-Tienes razón, hijo- le contestó. -Pero no estoy gruñón. Estoy más bien triste.-
Tenía motivos para estarlo. Y el hijo no se enteraba.
Al llegar arriba, le dijo al hijo que preparara una piedra como altar para el sacrificio. -¿Donde está el carnero que tenemos que sacrificar?- le preguntó. El padre no le contestó.
De repente se oyó una voz en el cielo. -Allí tienes el carnero para el sacrificio, olvida lo que escuchaste antes.- Abraham se puso feliz, e Isaac por consecuente también, aún sin enterarse de que el carnero tendría que haber sido él.
***
Oops.
Salvados por los pelos.
-Gabriel, ¡ven aquí!- tronó Dios.
-Dime Señor- le contestó ese, sumiso.
-Escucha, corazón- empezó -¿te acuerdas que te dije de no tocar el transmutador influyente?-
-No lo hice. Sólo lo limpié.-
-Bueno, no lo limpies tanto porque no hace falta y porque así evitas encenderlo sin querer. Menudo lío has armado, ángel mío.-
-No lo entiendo, Señor. Bueno, por entender, no entiendo ni cómo funciona…-
-El funcionamiento es sencillo. Al encenderlo, lo puedes apuntar a unas coordinadas determinadas en el tiempo y en el espacio e influir en ellas. Con lo que dices tú y cualquiera que se encuentre en el radio de actuación.-
-Ya sé que nos movemos fuera de los parámetros temporales, Señor.-
-Pues entonces recordarás cuando hablamos de mi hijo. Debió de quedar encendido y mal apuntado en aquella ocasión, Abraham me hizo caso y un poco más y la lía parda. Suerte que he podido darme cuenta y solucionar el tema antes de que fuera a mayores.-
-Lo siento, Señor.-
-No te preocupes- le contestó con benevolencia. -Pero tienes que poner más esmero en lo que haces. Vendrá el momento que tengas que usar tú el transmutador.-
Tenía que decírselo. Sabía que se lo iba a decir. Lo sabía todo, “por algo soy Dios” pensó. Y sin embargo no podía dejar de pensar en lo que iba a pasar. Desde fuera parecía haberse puesto gruñón, pero en realidad sólo estaba triste. Pero bueno, en términos terrícolas deberían transcurrir muchos siglos todavía, y quedaban cosas por hacer.